¿Quién soy?
- Roberto Pacurucu
- 7 jul
- 2 Min. de lectura

Es una pregunta que damos por sentada. Que muchas veces no nos damos el espacio para plantearla de forma consciente, y no desde la respuesta automƔtica, no desde la mente racional. Es decir, dejando de lado todo lo externo: nuestro trabajo, nuestros logros profesionales, nuestras pertenencias, nuestro nombre, la familia de donde vinimos, nuestros errores y aciertos.
¿Quiénes somos?
Se nos enseƱa a hacerĀ y tenerĀ para ser. Recuerdo que en el colegio se nos motivaba a terminarlo para luego ir a la universidad, estudiar una carrera para āser alguien en la vidaā.
Cuando en realidad, ya somosĀ desde antes de venir a este plano fĆsico. Ya somos seres espirituales que viven con dones otorgados y con todo un legado intergeneracional. Pero, sobre todo, con alma. Con deseos genuinos. Con libertad. Con la capacidad de soƱar como solo un niƱo sabe hacerlo.
Deseos que poco a poco se van mutilando, y virtudes o caracterĆsticas que se van ācorrigiendoā para encajar. Para desear y perseguir una vida que, probablemente, ni siquiera queremos realmente desde lo mĆ”s genuino de nuestro ser. Una vida que se siente cansada, agotadora, sin sentido y sin motivo.
TambiƩn aprendemos a castigarnos. A rechazar partes de nosotros, a huir de versiones pasadas que a veces hacen ruido o reaparecen sin previo aviso. Pero la realidad es que no somos de una sola forma. Tenemos infinitas versiones de nosotros mismos.
Somos una versión con nuestra familia, otra con nuestras amistades, otra en el trabajo. Fuimos una persona de niños, otra en la adolescencia, y otra distinta ahora como adultos. Y aún nos faltan muchas mÔs por descubrir en lo que queda de esta vida.
El error estĆ” en casarnos con solo una de ellas. En creernos que āesaā versión es la Ćŗnica vĆ”lida, la mĆ”s exitosa, la que hay que mantener.
En mi caso personal, durante aƱos me comprĆ© solo la versión de trabajo. ConstruĆ mi identidad en base a lo que lograba, a lo que conseguĆa. Y cuando no alcanzaba mis metas, sentĆa que todo se venĆa abajo.
Hasta que comprendà que también habitan en mà otras versiones: el que es productivo, el que necesita una pausa, el que se cuida, el que a veces necesita no tomarse la vida tan en serio, el que siente, el que duda, el que sueña, el que no sabe, el que se cae, el que sigue intentando, el que ama, el que crea, el que se transforma.
No somos solo una de nuestras versiones. Somos todas las que fueron, las que estƔn, las que vendrƔn. Y al mismo tiempo, ninguna.
Identificarnos únicamente con la versión que mÔs nos gusta, o que mÔs validación nos da, es limitarnos. Es cerrarnos a nuevas formas de vivirnos, de expresarnos, de sentir el mundo. Es impedirnos descubrir todo lo que aún no sabemos que somos.
AsĆ que tal vez la próxima vez que te preguntes āĀæquiĆ©n soy?ā, no busques una respuesta exacta. Solo escĆŗchate. Y date permiso de ser muchas cosas. Ser todas. Ser ninguna. Pero, sobre todo, ser libre.