Cómo distingo la voz de mi alma del ruido de mi mente
- Roberto Pacurucu
- 1 may
- 2 Min. de lectura

A veces, cuando estoy en silencio, puedo escucharme.
Pero no siempre es fácil saber quién me está hablando adentro: si es mi alma… o mi mente tratando de protegerme.
En este proceso de transformación que estoy atravesando, aprendí a notar una diferencia entre lo que mi mente racional me dice… y lo que mi voz interior me susurra.
La mente racional es veloz, lógica, repetitiva.
Responde desde la experiencia, desde lo que vi en casa, desde lo que la sociedad espera que sea. Es la voz del “deberías”: deberías seguir en lo seguro, deberías conformarte, deberías agradecer lo que tienes sin cuestionar tanto.
Pero también es la voz que se autoexige, que se compara, que teme. Y cuando esa voz domina, la vida empieza a sentirse más como una obligación que como una elección.
En cambio, mi voz interior —la de mi intuición, mi alma, mi verdad— no grita.
No se impone, no busca convencerme.
A veces se manifiesta como ansiedad, incomodidad o una sensación corporal difícil de explicar. Y otras veces como una certeza suave, como un "por acá es", aunque no sepa por qué.
Pero para escuchar esa voz, hace falta hacer espacio.
Y eso, en esta época, no es fácil.
Vivimos rodeados de estímulos, de gente, de pantallas, de pendientes.
Nos distraemos con nosotros mismos las 24/7: trabajando, hablando, acompañando, resolviendo. Estamos en pareja, con la familia, con amigos, en el celular… todo el tiempo.
Y si por un segundo el silencio aparece, lo llenamos con música, redes o cualquier cosa que nos saque de nosotros mismos.
Nos enseñaron a silenciar la mente, pero no a escucharla. Y mucho menos a escuchar al cuerpo, que siempre habla: con ansiedad, insomnio, tensión, enfermedades, dolores.
Porque el cuerpo también piensa.
Porque las emociones son mensajeras.
Porque el malestar es solo un síntoma de lo que no queremos ver.
Vivir en “modo supervivencia” desconecta. Y cuando estamos en ese estado de alerta constante, no hay espacio para la voz del alma. Pero cuando empezamos a cuidarnos —a mover el cuerpo, a comer distinto, a dormir mejor, a estar aunque sea 5 minutos a solas— algo empieza a cambiar.
Esa voz que estaba nublada empieza a despejarse. Y con ella, llegan sus pedidos.
Tal vez no te grita lo que hacer, pero te susurra qué soltar. Tal vez no te da un plan, pero sí te da dirección.
Hoy, mientras atravieso el duelo de lo que fui y la apertura de lo nuevo, sigo dudando. Me incomoda no tener respuestas claras. Me pesa que la gente pregunte qué voy a hacer con mi vida. Me asusta que el camino que hoy siento tan real… mañana no se sostenga.
Pero si algo me queda claro es esto: La mente puede hacer ruido, pero el alma no se apura.
Y cuando me conecto con esa voz interior —aunque no tenga lógica— algo adentro se calma.
Por eso escribo esto. Para no olvidarlo. Y para recordártelo, si tú también estás en un momento de cambio.
Escuchar esa voz no es un acto de valentía… Es un acto de recordar quiénes somos…
y de honrar lo que nuestra alma siempre supo.
Comments